RELATO DE ALGUNOS MILAGROS OBRADOS POR NUESTRA SEÑORA DE COROMOTO
«Salus populi ego sum…, de quacumque tribulatione clamaverint ad me, exaudiam eos.»
(Pentecostés.)
«Yo soy la salud del pueblo mío…, en cualquier tribulación en que clamaren a mí, los oiré.»
Nuestro Señor Jesucristo dijo a los discípulos de San Juan Bautista, que le preguntaban si era el Mesías, el Enviado de Dios, o si tenían que esperar a otro, éstas muy significativas palabras: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído. Los ciegos ven, los muertos resucitan…»
Es como si hubiese dicho: «Los milagros que habéis visto dicen muy claro quién soy Yo y son la prueba irrecusable de mi divinidad, pues solamente Dios puede ser el Autor de tales maravillas.»
Lo que Dios puede por naturaleza, María lo puede por gracia. Los milagros cuyo relato damos a continuación son la prueba más clara y evidente que la devoción a la Santísima Virgen, bajo el título de Coromoto, es del agrado de Dios y de su purísima Madre. Con estos prodigios, el Cielo ha sellado, y en algún modo aprobado, esta devoción a la Virgen sacrosanta.
Quiera El que la lectura de estas sencillas y fieles relaciones contribuya a que gran número de personas, movidas por una tierna y filial devoción y confianza en la que puede cuanto quiere, la honren real y verdaderamente y así reciban las gracias que han menester en sus necesidades espirituales y corporales. María quiere que la amemos y veneremos para poder colmarnos de sus inmensos e inagotables favores, los cuales a porfía derrama sobre los que la honran.
La relación de algunos de estos milagros la hemos transcrito de las Informaciones de don Carlos de Herrera. Su autenticidad y veracidad están comprobadas por las declaraciones de testigos oculares, quienes, bajo fe de juramento, declararon los hechos tal como los habían visto y presenciado. Casi todos los demás han sido tomados de las publicaciones «La Estrella de Coromoto» y de «La Voz de Coromoto», editadas, respectivamente, en Coro y Guanare, y también del «Mensajero Coromotano».
1.– José Gutiérrez, vecino de la ciudad del Tocuyo, padecía de unos continuos vahídos y dolores de cabeza que le atormentaban sobremanera y le postraban gravemente. En compañía de Nicolás de Orellana, su amigo, emprendió el viaje a Guanare.
Largo rato oró el paciente delante de la milagrosa Imagen de María, y pidió al sacerdote tuviera a bien colocarle sobre la cabeza la custodia en la cual se guarda la veneranda Imagen. El ministro del Santuario accedió a su deseo. Al tocar la Custodia la cabeza del enfermo, un temblor y escalofrío se apoderó de él y declaró al sacerdote, que le preguntaba la razón de este temblor, que sentía una sensación parecida a la que produciría una cantidad de agua muy fría que, derramada sobre su cabeza, bañara su cuerpo.
Al instante experimentó el paciente alivio intenso, y desde este día quedó enteramente sano y para siempre libre de los tormentos que antes le afligían.
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2.- Los peregrinos que llegaban a Guanare de toda Venezuela y del Nuevo Reino de Granada eran tan numerosos que dos a tres veces cada día el sacerdote descubría la Imagen milagrosa y daba a besar el pie de la custodia a los visitantes para satisfacer su devoción.
Muchos vecinos de Guanare se unían a los forasteros, y repe-fidas veces al día veneraban la Imagen y besaban la custodia. El cura y Vicario de Guanare, don Francisco de Valenzuela, resolvió dar a venerar y besar la Imagen tan sólo los sábados a los habi. tantes de Guanare, y una vez cada día y a hora fija a los peregrinos.
Un día de éstos, antes de principiar la Santa Misa, un vecino de Carora, de apellido Cavero, que había ido en romería a Guanare en compañía de su mujer e hijos, se presentó al sacerdote y le suplicó le descubriera la Imagen para venerarla, pues habiendo concluido una novena a Nuestra Señora de Coromoto, pensaba regresar pronto con los suyos. El Padre esperaba para después de la Misa, cuando todos los asistentes se retirasen a sus casas, para descubrirle entonces la Imagen. Se ofreció el Santo Sacrificio, y luego que se fueron todos, el sacerdote, revestido de la capa y prendidas las luces acostumbradas, se dirigió al altar, con el fin de abrir el sagrario donde se guarda reservada la Imagen milagrosa.
La llave, que de ordinario era muy suave, se resistió esta vez de tal modo que por espacio de más de media hora estuvo probando y forcejeando con ella para abrir; pero por más esfuerzos y diligencias que hizo, no lo consiguió, ni con una llave de plata ni con otra de hierro, las cuales abrían con mucha facilidad.
Cansado y desconsolado, dijo a los caroreños:
«Retiraos por ahora, porque la Virgen no quiere que yo la coja en mis manos o que vosotros la veáis. Confesaos y comulgad y veremos mañana si se puede abrir.»
El venerable sacerdote estuvo todo ese día y la noche siguiente pensando y barruntando sobre el motivo de este percance, que tanto le afligía.
Por la mañana siguiente, ponderando que tal vez el motivo de no haber querido la Santísima Virgen que abriera su sagrario fuese la resolución que tomara de no dar a venerar su Imagen Sino a hora determinada para los romeros y únicamente los sábados a los guanareños, prometió a la Virgen, con tal de que abriera su sagrario sin resistencia, dar a venerar y besar su Imagen siempre que se lo pidieran los peregrinos y a cuantas personas lo desearen de dentro y fuera de la población.
Se presentó luego en la Iglesia, confesó a los romeros y acto continuo procedió a la apertura del sagrario, el cual se abrió como por ensalmo a la primera vuelta que dio con la llave.
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3.- Una india de los valles de Aragua padecía, hacía cinco años, de un tumor e hinchazón en el pecho, que le causaba gran molestia y acerbos dolores; al oir la referencia de los muchos prodigios que de continuo obraba Nuestra Señora de Coromoto en su célebre Santuario de Guanare, la india emprendió el viaje al Santuario llanero, esperando alcanzar de María la Salud deseada. Acercóse cierto día a besar la Imagen y suplicó al sacerdote le tocara el pecho con el pie de la custodia; instantáneamente reventó la hinchazón, y con tanta fuerza que le fue preciso al sacer-dote, Tomás de Albarán, retirarse con la Imagen. Se cicatrizó la llaga y desde este día quedó completamente sana la devota peregrina.
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4.– A un mozo tocuyano, residente en Guanare, de nombre y apellido Eugenio González, se le atravesó una espina de pescado en la garganta que le produjo gran dolor y enorme hinchazón, que al cabo de dos días y dos noches lo redujo a un deplorable estado y a los últimos días de su vida, pudiendo apenas respirar.
El sacerdote Tomás de Albarán, al ver al pobre mozo en estado tan lastimero, dispuso llevarlo a la iglesia y descubrirle la Imagen de Nuestra Señora de Coromoto. Sucedió que en el acto de tocar con la custodia la cabeza del paciente, éste arrojó repentinamente en las manos del sacerdote la espina, causa del estado lamentable en que se encontraba. La hinchazón disminuyó pronto y Eugenio González quedó muy agradecido a la Santísima Virgen, que le había salvado la vida.
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5.- Juan José de Aboín, hombre recomendable y de buenas costumbres, vivía en la rica y simpática ciudad andina de Trujillo, donde gozaba de buena fama y de las simpatías de sus conciudadanos.
Habiendo caído enfermo, estuvo durante tres años tullido; la terrible dolencia lo tenía sin poder usar de sus miembros como antes. Oyendo un día el relato de los favores alcanzados por mediación de Nuestra Señora de Coromoto, con una fervorosa plegaria suplicó a la Virgen Santísima que lo sanara y le prometió al conseguir la salud ir de romería a Guanare y cumplir allí unas novenas en acción de gracias por el beneficio que recibiera.
María, la Madre pía y bondadosa, Ella, la salud del enfermo y el consuelo del que sufre, oyó benigna y compasiva la oración de su hijo. Al día siguiente, Aboín se encontró enteramente sano de sus dolencias. Su alegría y la de sus allegados fue inmensa, por doquiera publicaba el gran favor que de Nuestra Señora de Coromoto habia alcanzado. Poco después fue a Guanare, donde cumplió con gran fervor las novenas ofrecidas a Nuestra Señora de Coromoto.
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6.-Juan Asuaje, pobre y humilde ciego, iba de romería para Guanare, conducido por unos arrieros, quienes de caridad le facilitaban cabalgadura y avíos.
En un lugar del camino, en una de las matas o bosques que suelen hallarse entre sabana y sabana de nuestros inmensos llanos, pidió el ciego a los compañeros le desmontasen y le dejasen solo por unos instantes…
Hiciéronlo así los arrieros.
Al rato siente Juan Asuaje en el monte vecino movimientos y pasos como de alguien que se adelante hacia él…
Preguntó si eran los compañeros; no oyendo respuesta, el miedo y estupor se apoderan de él por no darse cuenta de la causa del ruido que oía. Instintivamente, de los más profundo de su corazón, sale un grito de humilde súplica y tierna confianza a la Virgen María:
«¡Virgen de Coromoto, sálvame! »
Al instante, este hombre, que desde largos años no percibía los objetos, cobró por milagro la vista, y en un abrir y cerrar de ojos comprende el inminente peligro en que se encuentra un enorme tigre llanero corría en su dirección, como para apresarlo y devorarlo.
En tan terrible trance, Asuaje lanza al cielo otro grito de suplicante confianza:
«¡Virgen de Coromoto, sálvame! »
Da un salto adelante y con paso ágil y ligero corre a todo escape, por entre árboles y malezas, hacia sus compañeros, quienes, desprevenidos y casi sin notarlo, habían andado ya un buen trecho de la vía.
María, con su inmenso poder, del que goza y usa en su calidad de Reina y Dominadora de todo lo criado, hizo inofensivas las garras del voraz felino y salvó la vida del que imploraba su asistencia y protección.
Al oír las voces y clamores del ciego, los arrieros miraron hacia atrás, y quedaron muy sorprendidos al verlo llegar a todo correr, como quien posee completo y cabal sentido de la vista y se aparta de los tropiezos del camino. Mayor fue aún su admiración cuando supieron que el que hacía unos minutos estaba ciego ahora veía claramente, y oyeron de su boca el relato de lo que aquí hemos dicho y el modo prodigioso como la Virgen María le había en buena hora devuelto la vista y librado de una muerte cruel y segura.
Al rato, reemprendieron la marcha hacia Guanare. Asuaje proseguía a pie, hablando con sus buenos protectores de las grandezas de su incomparable Protectora, porque después de su primera invocación a Nuestra Señora de Coromoto había ofrecido el andar a pie lo restante del camino; pero habiéndole instado los arrieros a que montara una de las acémilas de la recua que conducían, lo hizo.
Al día siguiente de haber llegado al feliz término de su viaje, perdió otra vez la vista, bien sea por no haber cumplido su promesa o por haber pedido a Dios que si era su voluntad y mayor bien para su alma y salvación volviera a cegar, con gusto y sumisión aceptaba otra vez la enfermedad de la ceguera. (Declaraciones del ciego y arrieros.)
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7.- Gregorio Luis, atravesando el caudaloso río de Guanare, fue asido de las piernas por un enorme caimán que lo arrastró a un charco profundo. El desgraciado invocó en este apurado trance a Nuestra Señora de Coromoto. Al rato de tenerlo sumergido en el agua, el caimán lo sacó y suspendió en el aire como para asirlo mejor; volvió otra vez el infeliz Gregorio a invocar a la Virgen María. En este instante crítico, cuando el saurio iba con un solo apretón de sus numerosos y puntiagudos dientes a destrozar su presa humana, se le cayó el sombrero a Luis, y el animal se entretuvo en esta materia, mientras el hombre se salía del charco y trepaba apresuradamente los barrancos de la orilla del rio.
A pesar de tener las piernas magulladas y despedazadas y hallarse exhausto de fuerzas, Gregorio Luis pudo salirse del lugar del siniestro y ponerse a salvo. Desde este día guardó constante agradecimiento a Nuestra Señora de Coromoto, recordando siempre el singular beneficio que de su bondad había recibido.
8.-Al construir nueva iglesia en honor de Nuestra Señora de Coromoto. en el sitio del Pueblo Viejo, aconteció que al colocar un horcón en el hoyo preparado para recibirlo, cayó por descuido el suelo, partiéndose por la mitad.
Uno de los presentes acercó los pedazos, los cuales milagrosa mente volvieron a unirse, conservando tan sólo en el lugar de la fractura una ligera línea o seña donde había sido roto. Por largos años viose en la iglesia de Guanare este horcón, del cual los peregrinos y devotos cortaban astillas, y de ellas labraban cruces para conservarlas en sus hogares, y eran tantos los pedazos que se llevaban los peregrinos, que este horcón se acabó.
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9.– Un hombre llamado Lázaro vino de Gibraltar, población situada al Sur del Lago de Maracaibo, a Guanare, en busca de sa-lud, por hallarse con las piernas tan gravemente lisiadas, encogidas y llenas de lepra, que le era absolutamente imposible el caminar. Hizo la larguísima jornada con su mujer, cargado en un sillón. Con fervor pedía y suplicaba a Nuestra Señora de Coromoto le concediera la curación, prometiéndole si sanaba de sus dolencias permanecer en Guanare lo restante de su vida.
Lázaro fue llevado a la Iglesia y oró buen rato delante de la “Imagen de María Santísima”.
Le ungieron las llagas con el aceite de la lámpara, y desde aquel instante fue mejorando rápidamente, hasta que a los seis días se volvió del todo sano de la enfermedad que durante largo tiempo le había afligido.
Por espacio de ocho años consecutivos permaneció en Guanare, en donde logró hacerse de algunos bienes y recursos, al cabo de este lapso de tiempo instado por su mujer, resolvió regresar para Gibraltar, pero pronto volvieron las lepras y dolencias antiguas, de las cuales murió a los veinte días de su llegada.
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10.- Un hecho semejante al anterior sucedió con don Antonio de Torres, de Boconó, del Estado Trujillo.
Este señor hallábase con los miembros inferiores tullidos y con grandes llagas; estos males le imposibilitaban el uso de las piernas.
Esperando alcanzar de Nuestra Señora de Coromoto la salud que tanto deseaba, y que por más remedios que probara no había podido conseguir, se hizo llevar cargado en un sillón, hasta Guanare, acompañado de su mujer e hijos.
Delante de la Imagen de María Santísima pidió con fe y confianza a esta poderosa Señora que le concediese la salud, ofreciéndole no salir más de la ciudad al verse libre de la enfermedad. En ese mismo día principió unas novenas de pías oraciones en honor de Nuestra Señora.
La dulce María oyó benigna y clemente el clamor de su hijo y sus males empezaron a mejorar, y tan rápidamente, que aun antes de acabar las novenas ofrecidas estaba Antonio en perfecto estado de salud. Fijó su residencia en Guanare, en donde murió muchos años después.
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11.-Un hijo de doña Francisca B., vecina de Guanare, cayó gravemente enfermo; estando ya en los últimos instantes de su vida, la madre lo encomendó a Nuestra Señora de Coromoto y mandó a buscar a casa del Presbítero Antonio de Burgos un cuadro de Nuestra Señora. Lo prodigioso del caso fue que al entrar la Imagen en el cuarto del doliente, se sintió bueno y sin dolencia alguna.
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12.– Pedro Ernesto, hijo de Francisco Betancourt, estaba muy enfermo y en los últimos extremos de su vida, a causa de unas fuertes calenturas de varios días de duración. Don Francisco Valenzuela, cura de Guanare, fue a visitar al enfermo y a su afligida madre. El sacerdote, viendo al niño postrado, casi exánime, llevó al cuarto del enfermo una Imagen de Nuestra Señora de Coromoto, la cual fue colocada en un altarcito. Prendiéronle unas luces y rogaron con fervor a la Virgen devolviera al niño la salud perdida. Instantáneamente el enfermo cobró aliento, dio muestras de sensible mejoría y a pocos días estaba bueno y sano.
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13.- Cuando se construía la fachada principal de la Iglesia de Nuestra Señora de Coromoto de Guanare, sucedió el hecho siguiente:
Los andamios estaban a una altura de 7 a 8 metros, sobre ellos había gran cantidad de material, canoas llenas de mezcla, piedras, más dos albañiles y unos ayudantes que trabajaban en la construcción.
De repente… los andamios crujen y… todo se desploma, cavendo con fuerte estrépito encima de las piedras amontonadas en el suelo. Los trabajadores, al oir el crujido de las maderas del andamio, invocaron todos el nombre de Nuestra Señora de Coromoto.
El Presbítero Francisco Valenzuela, que presenció el accidente, se acercó al sitio del derrumbe para dar la suprema absolución a los que juzgaba muertos o gravemente heridos.
Grande fue la admiración del sacerdote al ver que, uno tras otro, los trabajadores salían de entre los escombros y tablas sin tener siquiera el menor rasguño.
Tan sólo uno, llamado indio Tunyano, tuvo un ligero aporreo en la espalda, por haberle caído encima una canoa de mezela, del peso de un quintal, pero como el golpe no fue grave, al día siguiente volvió a trabajar como antes. Los obreros, inmediatamente levantaron los andamios y reanudaron el trabajo como si nada hubiese acontecido.
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14.-En cierta ocasión, Juan Cristóbal de los Reyes Fajardo, varón noble, culto e influyente en Guanare, escribió una breve comedia en honor de Nuestra Señora de Coromoto.
Un hijo del señor Domingo de León fue escogido para representar en ella un papel. En esta velada todo era religioso, a loor y gloria de la Excelsa Patrona de Guanare.
Domingo de León se negó a que su hijo tomara parte en la fiesta y devolvió la copia que le habían dado: aconteció que el niño enfermó casi repentinamente. Medroso el padre al ver a su hijo en un estado tan deplorable, ofreció a la Santísima Virgen que representaría el papel que le habían asignado con tal de que sanara, como así aconteció, con gran satisfacción y consuelo de su afligido padre.
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15.- La honorable y piadosa matrona doña María Serafina Matute, viuda del Capitán don Antonio Roberto, estaba desde hacía tiempo completamente ciega. Su filial devoción para con Nuestra Señora de Coromoto le hizo esperar de María su curación, y ordenó que la llevaran a la iglesia. Una vez más se iba a confirmar esta verdad: «La confianza es la llave de los tesoros divinos.»
María Serafina quería, con tres días de fervorosas plegarias, alcanzar de María Santísima su curación.
Al primer día empezó a ver los objetos en la iglesia de modo confuso, semejante a bultos blancos; al segundo día distinguió mejor, y por fin, al tercero del triduo, recuperó el cabal y perfecto uso de la vista. Los que conocían a la señora Matute quedaron gratamente sorprendidos; todos cuantos supieron este prodigio bendijeron a Dios y a Nuestra Señora de Coromoto por tan seña-indo favor y sintieron renovarse en su corazón la confianza en la Virgen Santísima.
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16.- Por el año de 1686, siendo cura interino de Guanare don Juan Antonio de Angulo, acaeció el prodigio siguiente:
Una señora de la provincia de Maracaibo padecía de una grave enfermedad, que el cronista que refiere este portento llama:
«Accidente habitual e impertinente.» Al oir las mercedes que la Virgen Santísima concedía a los que imploraban su auxilio ante su Imagen de Guanare, le ofreció ir en peregrinación a este Santuario.
Después de esta promesa, la señora no sólo experimentó alivio en sus dolencias, sino que sanó completamente, volvió a un estado de perfecta salud y cumplió sin demora su promesa.
El último día de su permanencia en Guanare, movida de un sentimiento de amor y agradecimiento para con la Santísima Virgen, se desprendió de una valiosa cadena de oro que llevaba al cuello, y con su propia mano rodeó con ella el pie de la custodia de Nuestra Señora de Coromoto, cuando el sacerdote la daba a besar a los fieles, y despidiéndose de la Virgen regresó a su pueblo natal. Tiempo después olvidóse del beneficio recibido, apartóse de la vida arreglada y piadosa que llevaba y se dio a las vanidades del mundo. Cierto día una de sus vecinas ponderaba su robustez y estado de perfecta salud. Ella le contestó con términos descomedidos, diciendo en sustancia lo siguiente:
«A la verdad, disfruto de muy buena salud; pero esta salud me salió algo cara. ¡Acaso no hice el viaje a Coromoto con tantos pesos! Llevé en abundancia lo que me sobraba, y no solamente esto, sino también una hermosa cadena de oro que tenía mucho valor.»
Poco después volvió a enfermar la mujer con los mismos achaques que tenía antes de ir a Coromoto. Cierto día la criada, que arreglaba la cama de la señora (trabajo que acostumbraba hacer todos los días), extrañó mucho encontrar debajo de la almohada la cadena de oro que su ama había regalado a la Virgen de Coromoto, conforme la había arreglado al pie de la custodia. Sorprendida por tan inesperada novedad, la criada llama a su señora y le muestra la cadena. Ella, al ver la alhaja, palideció, comprendiendo que la Santísima Virgen María estaba muy descontenta de su vida relajada y de sus insensatos improperios. Desde este momento su estado de salud se agravó y a los pocos días falleció.
El reverendo cura párroco de Guanare advirtió la súbita desaparición de la preciosa cadena que rodeaba la santa custodia. Atónito y confuso pensó que acaso por culpa suya se había extraviado; lo reveló al pueblo, y por más diligencias que se hicieron nadie pudo atinar con el paradero de la joya perdida.
Como los peregrinos que llegaban a Guanare eran numerosos y venían de todos los puntos y pueblos de Venezuela, aconteció que por ellos la noticia de la pérdida de la cadena llegó hasta Maracaibo, y a oídos de la criada de la difunta, la cual reveló entonces el secreto del extraordinario hallazgo, conocido solamente de ella y de la difunta.
La referencia de la sirvienta llegó presto a conocimiento del Vicario de Guanare, quien cotejando la fecha de la desaparición de la cadena y la de su encuentro en Maracaibo vio que coincidían perfectamente.
No había duda, éste era un nuevo portento de Nuestra Señora de Coromoto, y su conocimiento se hizo notorio en Guanare y en otras poblaciones de la Capitanía.
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17.-En febrero de 1729, a un indio llamado Pedro Eugenio, natural de los valles de Aragua, comiendo carne de pescado, se le atravesó en la garganta una espina, y se emplearon en vano todos los métodos para extraérsela. El indígena resolvió pasar hasta Guanare, con el fin de pedir allí a la Virgen su curación.
Con fe viva y amor suplicó a Nuestra Señora de Coromoto le favoreciera en su aflicción. Pidió al sacerdote tocara con la peana de la custodia su cuello dolorido, y con tiernas lágrimas y sollozos se encomendaba a la Virgen Santísima. En este instante, y a vista de los circunstantes, arrojó la espina que desde muchos dias le causaba acerbos dolores y le impedía comer, sustentándose solamente con líquidos.
Sano, regresó para su pueblo, donde publicó la gran misericordia de que había sido objeto.
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18.- Un vecino de Guanare llamado Vela perdió el juicio y entró en un estado de locura furiosa, hasta ser necesario amarrarlo y encerrario. Una noche escapó de la casa de Francisco Pérez, del sitio de Aguaviva, situado a media legua de Guanare, y desnudo del todo llegóse corriendo hasta la iglesia. Subióse a unas tapias del campanario del Hospital, en donde provisionalmente estaba la iglesia del pueblo, mientras se construía la nueva en honor de Nuestra Señora. Allí permaneció toda la noche, gritando y dando golpes, pidiendo se le abrieran las puertas del Santuario.
Acudieron algunas personas, entre ellas el Alcalde, don José Díaz, y el señor cura y Vicario, don Leonardo de Reinoso, que vanamente procuraban con razones aquietarlo; pero él proseguía, pidiendo a gritos que se le abriesen las puertas de la iglesia para ver la Imagen de Nuestra Señora de Coromoto.
«Es imposible que te dejemos ver a la Virgen con tanta irreverencia» díjole al fin el señor Leonardo Reinoso.
«Pues bien, denme con qué vestirme» – contestó el loco.
En seguida consiguiéronle unas ropas e invitáronle a tener porte comedido y respetuoso, si quería que se le abriese la iglesia.
Arrojó un largo palo que cargaba y con el cual infundía miedo a los presentes. Acto continuo entró en el Santuario y, reverente, se hincó en las gradas del presbiterio.
El señor cura le dijo que le iba a descubrir la Santa Imagen y a cantar la Misa, con el fin de alcanzar de la Virgen Santísima su restablecimiento.
El pobre enfermo estuvo oyendo la Santa Misa con atención y reverencia. Al fin del Santo Sacrificio le sobrevino un desmayo; después, rompiendo en lágrimas y sollozos, con tiernas palabras, pidió a la Virgen Santísima le favoreciera y remediara en el triste estado en que se veía.
Diéronle a besar la peana de Custodia, mientras los circunstantes rezaban en voz alta una Salve a la Virgen, salud de los enfermos; suplicó que le pusieran el libro de los santos Evangelios en la cabeza. Incontinente se levantó, cabizbajo y con los brazos cruzados sobre el pecho, y sin decir palabra se fue a una casa amiga, de doña Rosa de Orozco, donde se mantuvo todo el día.
Por la tarde de este día, 25 de julio de 1725, se volvió a la iglesia, diciendo que iba a dar gracias a la Virgen por su curación, lo cual efectuó con dignidad y reverencia, y desde esta fecha quedó en su entero, perfecto y cabal juicio hasta su muerte, que acaeció muchos años después.
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19.- Una buena señora de la ciudad de Coro fue de romería a Guanare, en acción de gracias por los beneficios recibidos de Nuestra Señora de Coromoto. Todos los días del novenario visitaba a la milagrosa Imagen y siempre la veía de color negro, exceptuando las manos y cabeza de la Virgen y del Niño, las cuales se le representaban blancas: repetidas veces examinó la piadosa señora la Imagen, hasta con dos velas encendidas para distinguirla mejor; pero siempre la veía como acabamos de decir, sin poder comprender la razón de este fenómeno.
De regreso a Coro, la señora encontró muerto a su marido y varios daños sobrevenidos en sus bienes durante su ausencia, y entendió así el motivo porque la Virgen, en su misericordia, se le había manifestado de color de luto. Resignada y conforme con la divina sentencia, aceptó esta tribulación. En premio de su fe, Dios le concedió perseverar en la práctica de la virtud y abundancia de bienes terrenales.
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20.- Un indio del pueblo «Aparición de Coromoto», llamado Vicente Guanán, salió un día a pescar con otros compañeros al vecino río de Tucupido. Vicente se tiró y zambulló en un charco profundo. Un caimán que estaba sumergido y acostado en un lado de la orilla del charco, abrió la enorme boca, cogió al indio por la cabeza, lo tragó hasta los pechos y lo llevó a lo más hondo y recóndito del charco.
En tan grave percance, Guanán invoca de palabra y corazón a Nuestra Señora de Coromoto. Acabada su vehemente invocación, recuerda que en la cintura carga un cuchillo; como tenía libre el juego del brazo desde el codo hasta las extremidades de los dedos, coge ligera y diestramente el arma, y con la fuerza y vigor que infunden el deseo y voluntad de salvar la vida amenazada, lo clavó en la parte de la cabeza del animal que pudo conseguir.
A esta fuerte cuchillada contestó el caimán con tan terrible apretón de mandíbulas que seis de sus agudos colmillos se le quebraron y quedaron clavados en el cuerpo del infeliz indio, sin que por esto las heridas fueran graves…, y fue cosa naturalmente inexplicable el habérsele roto los colmillos al fiero saurio.
Después de este incidente, cuyas consecuencias sin una protección de María Santísima hubiesen sido fatales para la víctima, el animal soltó su presa.
El indio, aunque dolorido y ensangrentado, salió del charco y se sacó los colmillos hundidos en sus carnes.
Acudieron los compañeros, auxiliaron y favorecieron a Vicente y luego dieron caza al animal, al cual mataron este mismo día, y vieron que la cuchillada recibida le había reventado un ojo y herido terriblemente.
Vicente Guanán vivió aún muchos años, manifestando siempre su sincero agradecimiento a la Virgen de Coromoto, que le había sacado de las garras de la muerte. Conservaba y guardaba siempre los seis colmillos y nunca quiso desprenderse de ellos, ni vender siquiera uno, aunque buen precio le ofrecían por él.
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21.- M. Sánchez, vecino de Guanare, poseía siembras y tierras de labranza a orillas del río Amoradore (Morador). Cierto día, después de su trabajo, al pasar el río que estaba crecido, fue arrastrado por el agua. Salía a nado, cuando de improviso, un enorme caimán, saliendo del charco donde sigilosamente estaba sumergido, cogió al infeliz por el brazo y con tanta violencia que le quebró el hueso de la muñeca y le arrastró al fondo del agua.
Del corazón de Marcos Sánchez sale un grito suplicante, todo de amor y confianza a María Santísima de Coromoto. El ánimo de vio a la superficie del agua llevando siempre al hombre por el brazo. Por segunda vez volvió el monstruo a sumergirse. Marcos Sánchez, sin saber cómo, ni poder explicárselo después, se montó sobre el animal, que subió de nuevo a la superficie y empezó a dar vueltas por todo el charco, cargando al hombre a la jineta.
Sánchez proseguía invocando a grandes voces el auxilio de Nuestra Señora de Coromoto.
Al cabo de unos siete minutos, que parecieron al infortunado largas horas, el caimán soltó el brazo.
«Sánchez, siempre confiado en la poderosa protección de María, se tiró al agua y con dificultad logró salirse del charco y ponerse a salvo.
Es de notar que el caimán hubiera podido entonces apresarlo con toda facilidad, pero nada hizo el voraz animal que minutos antes se había precipitado sobre Sánchez como presa segura y fácil.
La Reina de cielos y tierra, la Dominadora de todas las criaturas, la Vencedora del dragón infernal, refrenó al terrible caimán y salvó la vida al infeliz que la invocaba con amor.
La confianza en el poder de María nos abre los tesoros de su ilimitada misericordia.
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22.- En la época de la Guerra de los Cinco Años, guerra que causó tantos estragos en las poblaciones llaneras, el general Jiménez acampaba con un grupo de soldados en un sitio importante de los llanos, y entre ellos figuraban varios soldados de Guanare, devotos de Nuestra Señora de Coromoto. Uno de ellos llevaba siempre en el pecho una imagencita de Nuestra Señora de Coro moto, a quien se encomendaba muy a menudo. Sucedió que cierto día en la refriega el guanareño recibió un balazo que le acertó sobre la estampita que traía. Lo sorprendente del caso fue que la bala, en vez de traspasar y matar al soldado, como era lo natural, se aplastó y cayó a los piel del soldado, sin causarle daño alguno. Nuestra Señora de Coromoto detuvo la bala fatal y salvó la vida de su favorecido. Este hecho maravilloso fue conocido de soldados y oficiales y a todos inspiró gran confianza en la Virgen Santísima.
Este relato nos lo transmitió el ilustrísimo y reverendísimo señor Obispo de Barquisimeto, a quien lo refirió el mismo general Jiménez, testigo ocular del hecho prodigioso.
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23.– La joven Josefa Antonia X encontrábase en un campo de los llanos; sus padres, obligados a ausentarse, habíania dejado en aquel día sola en casa, perdida en una orilla de la dilatada sabana. A cierta hora del día vio la niña en el leiano horizonte una soldadesca acercarse hacia el lugar donde ella estaba. Un miedo de pánico se apoderó de la doncella.
¿Qué sería de ella, sola…, sin defensa, si la turba desordenada llegaba…?
En este aprieto entra en la casa, se arrodilla delante de una Imagen de Nuestra Señora de Coromoto y permanece en oración delante de la efigie de María, suplicándole que fuese su amparo y defensa en la circunstancia particular que atravesaba.
Mientras la joven estaba postrada, orando fervorosamente a la
Reina de las Vírgenes, la cohorte desordenada llega; varios revolucionarios entraron en la casa, registráronla y no viendo a nadie, siguieron adelante. Durante todo el tiempo que los hombres estuvieron en la casa no vieron a la niña, la cual mientras tanto permanecía en oración.
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24.- El suceso extraordinario que vamos a narrar lo tenemos de fuente segura y fidedigna y lo damos como cierto, habiendo realmente acontecido en el modo y forma que escribimos.
En la época de la Guerra de la Federación, más comúnmente llamada entre nosotros «Guerra de los Cinco Años», el comandante Manuel Herrera era jefe de un pequeño contingente de tropas del Gobierno, acuarteladas en la ciudad de Guanare. La torre de la iglesia, que mide de 15 a 20 metros de altura, servía de punto de observación. Constantemente un vigía, desde lo alto del campanario, inspeccionaba el horizonte, que, por lo llano del terreno, se distingue hasta gran distancia.
Cierto día, el soldado de guardia da la voz de alarma y anuncia que gran número de tropas de Caballería e Infantería se veía a lo lejos avanzando sobre Guanare.
Herrera, al darse cuenta del número considerable de tropas que se le venían encima y lo precario de su situación defensiva, llama a su segundo jefe y le dice:
«Amigo, ¿qué hacemos? Estamos en un gravísimo apuro..: ellos son muchos y nosotros pocos…; si abandonamos la plaza, podemos ser juzgados con vergüenza y deshonor de nuestros nombres y dignidad y fusilados sin misericordia..
El segundo jefe añadió:
«Si nos entregamos, quedamos en ridículo y despreciados de todos; si intentamos resistir, a pesar de tener las cuatro bocacalles de la plaza atrincheradas, seremos barridos y aniquilados, pues nuestros hombres y pertrechos son contados… ¿Qué hacemos?»
En un conflicto tan grave, sin hallar salida ni para un lado ni por otro, un rayo de esperanza iluminó el espíritu de Herrera, y la confianza desalojó de su corazón la tristeza que le agobia-ba, y dijo:
«En esta tribulación tenemos que entregarnos en manos de la Virgen de Coromoto, Patrona de esta ciudad. Ella verá lo que hace para salvarnos.»
Acto continuo, en el aposento en donde habían entablado la conversación que hemos referido, el cual se hallaba en el interior de la casa en que estaba su gente acuartelada, los dos jefes, con firme y trémula voz, hicieron a Nuestra Señora de Coromoto entrega de sus personas y de las de sus soldados, para que los protegiera y defendiera a todos.
La Virgen María les hizo patente y manifiesta la aceptación que hacía de su ofrenda. Inmediatamente, una preciosa y linda niña entra en el aposento, se adelanta hacia los dos jefes y les regala, sin decir una palabra, una Imagen de Nuestra Señora de Coromoto.
Al recibirla, la miran, y sin que se diesen cuenta de cómo ni cuándo, la niña desapareció.
Pasados unos segundos, Manuel Herrera levanta la vista y busca con los ojos a la niña que les había entregado la Imagen, para preguntarle quién era la persona que tan oportunamente les mandaba la venerada Imagen; salieron al portón que daba a la calle y preguntaron a la guardia por la niña que acababa de salir del cuartel. Los soldados aseguraron que nadie había entrado en el cuartel y que de intentarlo persona alguna le habrían impedido el paso, para cumplir las órdenes recibidas.
La llegada y desaparición de esta niña misteriosa, portadora de una Imagen de Nuestra Señora de Coromoto, no podían explicársela naturalmente y ya no dudaron de que María había aceptado su entrega.
La noticia de este prodigio cundió presto entre toda la tropa, 1 cual participó de la confianza que sus jefes tenían puesta en la Virgen Santísima.
Poco después, a las cinco de la tarde, llegaron las primeras avanzadas de los contrarios a la entrada de la ciudad. La van-guardia, al entrar por Curazao, primer barrio de la ciudad, preguntó a unos vecinos quién era el que estaba mandando la plaza.
Al oir el nombre de Manuel Herrera, volvieron cara y sin preguntar nada más huyeron todos los atacantes.
Los soldados, al día siguiente, procuraban imágenes de Nuestra Señora de Coromoto; todos querían llevar una sobre su persona: el prodigio de la víspera les había llenado de admiración y de confianza ilimitada en la Virgen de Coromoto.
Se asegura que una señora vendió imagencitas de Nuestra Señora de Coromoto, confeccionadas por ella, por valor de 60 pesos; los soldados las pagaban a cualquier precio.
El comandante Manuel Herrera acostumbraba ir todos los días a casa de su amigo el señor Zacarías Bastidas, uno de los caballeros principales de Guanare; allí refirió Herrero la primera parte de este suceso; la segunda, es decir, la llegada de los atacantes hasta las primeras casas de la población y su retirada inesperada fue cosa notoria y conocida de todos en Guanare.
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25.-En una de las guerras civiles, un jefe de tropas revolucionario entró en Guanare dispuesto para apoderarse de todo lo que consiguiera de algún valor en la población.
El Mayordomo de la iglesia de Nuestra Señora de Coromoto, Miguel Balda, aseguró las puertas del templo y guardó las llaves en su casa. Los revolucionarios, con intención de robar la iglesia, pidieron las llaves en casa del Mayordomo, pero no las consiguieron, pues este último se había escondido. Al cabo de tres días, la familia, hostilizada incensamente por las pesquisas y malos tratos de los ladrones, entregó las llaves.
Estos, contentos, corrieron a las puertas del tempo, y por más intentos y fuerza que hicieron durante mucho tiempo para abrir, nunca lo consiguieron. La Virgen sola impidió que su santuario fuese violado y su imagen saqueada.
(Es de notar que, a pesar de su voluntad resuelta para robar, los revolucionarios no se atrevieron a descerrajar las puertas del templo.)
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26.- El muy distinguido señor X, residente en Guanare, desempeñando el importante cargo de…, nos suministró el siguiente relato que a continuación transcribimos:
«Iba cierto día a caballo por la sabana, llegué cerca de un sitio donde se encontraban acorralados varios animales. De repente…, el caballo que montaba salió a todo escape hacia la puerta del corral; en la desenfrenada carrera y corcovos del animal, perdí el equilibrio y caí al suelo con un pie enredado en una correa de la silla. En tan terrible conflicto exclamé a la Virgen de Coromoto. El caballo me arrastra. Al llegar a la cerca del corral, el animal dio un brinco para salvar la talanquera y entrar. Dichosamente para mí, antes de dar este salto, reventó la gruesa correa de cuero que me apresaba la pierna y quedé tendido en el suelo, sin contusión ni magulladura. Hago notar que la correa era nueva y que salvo una intervención milagrosa era imposible que se partiera, y de no haber acontecido así, sin duda alguna hubiese tenido necesariamente la cabeza rota por los golpes que hubiera recibido con las guasduas en el acto de brincar.»
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27.- Un hombre tenía su casa de habitación en una sabana de la región de Guanare. Cierto día este señor dejó dos niños de corta edad en casa y salió a trabajar. A su vuelta, su consternación fue grande y su dolor inmenso al ver que toda la llanura ardía alrededor de su casa, que era de paja, y desaparecía tras la humareda que se desprendía de las hierbas al quemarse.
¡Pobres niños encerrados en una habitación tan débil a la acción de las llamas! Una sola chispa era suficiente para ocasionar el incendio. En conflicto tan serio el pobre hombre cae de rodillas e invoca a la Virgen de Coromoto, suplicándole con fervor que se dignase preservar su casa de la destrucción y a sus dos hijos de horrible muerte tan inminente. María, siempre benigna y clemente para los que la invocan con fe y amor, oyó el clamor de este infeliz. La casa pajiza permaneció intacta e incolume en la conflagración general, el fuego la rodeó por todas partes, pero se extinguió a su derredor. El hombre entró en su casa, que parecía un oasis en medio de un desierto de pavesas y cenizas, y con tiernas lágrimas besó a las criaturas que tanto riesgo habían corrido.
Agradecido a la Virgen Santísima por tan señalado favor, mandó hacer, en miniatura, una casita de oro, y en calidad de exvoto la colocó en la custodia de Nuestra Señora de Coromoto.
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28.- En el año de 1918 una terrible epidemia, gripe, asoló los pueblos y ciudades de Venezuela.
A pesar de las medidas tomadas por las autoridades para evitar o atenuar el mal, éste acudió por doquiera y el contagio se hizo general, sembrando por todas partes tristezas, desolación y muerte. Ya la epidemia había llegado hasta las vecindades de la capital de Portuguesa, causando gran mortandad en muchos pueblos del Estado. Varios guanareños, confiados en la protección de Nuestra Señora de Coromoto, resolvieron acudir al amparo de la Virgen y suplicarle que los librara del azote amenazador; se presentaron al señor cura para pedirle que sacara en rogativa a la Imagen de Nuestra Señora.
A la hora señalada sacaron la Imagen y la llevaron procesionalmente por las calles de la ciudad, yendo por un lado hasta el matadero, y por otro, al Oriente, hasta el puente de la entrada de la población.
Guanare, que hasta ese día estaba entristecida por los lúgubres rumores que de otras poblaciones llegaban, se reanimó; un soplo de confianza cundió entre sus habitantes, que en número de me de 1.000 acompañaron a la Imagen de la Virgen y le ofrecieras de romería al sitio de su aparición, con tal de que quedasen preservados de tan terrible epidemia.
Para decir cuál fue la protección de la Virgen María de Coro-moto concedid en esta ocasión a la ciudad de su predilección, citaremos un párrafo de una carta que el doctor G. Tovar, hijo preclaro de Guanare, nos dirigió entonces:
«En Guanare la gripe fue muy benigna. El milagro más reluciente y más ostensiblemente notable de estos últimos tiempos con que Nuestra Señora ha agraciado a su pueblo ha sido el habernos libertado de la gripe.»
De una hoja publicada después y que circuló en Guanare extraemos el siguiente párrafo:
«Habitantes de Guanare…, se os pide una limosna que será destinada a la celebración de una fiesta religiosa consagrada a Nuestra Señora de Coromoto, divina Patrona, que intercediendo por nosotros ante el Dios omnipotente, ha alcanzado el milagro de libertar a su pueblo del horrible flagelo que azota el país…»
(Al final van las firmas del Sr. Cura Párroco y de otros Sres. principales.)
El 2 de febrero de 1922 se dio cumplimiento a la promesa de 1918. Una parte considerable de la población acompañó a la Imagen de Nuestro Señora de Coromoto, que llevaron con gran regocijo a un sitio entre los ríos Tucupido y Guanare y a las orillas de la hermosa «Quebrada de la Virgen».
Esta quebrada no tiene ninguna relación con las apariciones de Nuestra Señora de Coromoto; por causa de su nombre, esta corriente ha sido a veces considerada como aquella en cuyas aguas la Virgen Santísima apareció. Nada más erróneo.
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29.- La hermana del padre Heredia cayó gravemente enferma en Yaritagua, donde pasaba unos días de descanso; su hija acudió para atenderla, pero el mal fue empeorando. El cuerpo de la enferma se hincho y los síntomas de la muerte cercana aparecieron prontamente, en vista de lo cual los hijos de la paciente solicitaron ayuda monetaria de su tío para los gastos del entierro.
Hallándose en estado agonizante, la señora Emperatriz llevó al cuarto de la enferma un cuadro de Nuestra Señora de Coro-moto, y con palabras adecuadas animó a la moribunda y a sus hijos a tener fe en la Santísima Virgen de Coromoto, asegurándoles que pronto verían el efecto de su confianza. Tanto la paciente como sus hijos pusieron en manos de la Santísima Virgen de Coromoto todas sus congojas.
Por la tarde de aquel mismo día la Virgen María manifestó a las claras que no en vano habían depositado en Ella su entera confianza; pues, a la vista de los hijos, asombrados, la enferma se deshinchó repentinamente y volvió a su estado normal.
Contaron los hijos que la deshinchazón de la enferma fue una cosa parecida a la de una tripa llena de aire que se va vaciando repentinamente al abrirle un agujero y pasarle la mano encima.
Poco días después, la enferma que había sido desahuciada de médicos y familiares, regresaba sana y salva al Valle, al lado de su hermano, cura párroco de aquella población, y desde entonces viene gozando de perfecta salud.
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30.- Miguel Angel Ponte, que vive en los dilatados llanos de Apure, a consecuencia de una caída del caballo quedó contuso de las piernas, y por más tratamientos médicos que siguiera no adquirió la anhelada salud. Habiendo perdido las esperanzas humanas, dirigióse con fervor a Nuestra Señora de Coromoto, cuya fama y nombradía hoy han llegado hasta los más apartados rincones apureños; invocóla con fervor, con la promesa de ir en peregrinación a Guanare. Obtenida de esta suerte prodigiosa y rápidamente su curación, cumplió en días atrás su ofrecimiento.
Rogó largo rato en la iglesia de Guanare, y el reverendo padre Quintana le dio a venerar la milagrosa Imagen, cuyo custodia le fue puesta en la cabeza. Acto continuo, dirigióse a caballo al monumento; al llegar al pie de la bellísima y grandiosa Imagen, el señor Ponte bajóse del caballo y ante la Virgen, dando rienda suelta a su emoción, lloró como un niño. Oración muda, pero cuán agradable no sería a los ojos de la benignísima María, que complacida veía correr esas tiernas lágrimas de filial agradecimiento.
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31.-La señorita X, residente en Barquisimeto, estaba gravemente enferma en una pierna, los médicos opinaron la amputación.
La jovencita entristeciose sobremanera con esta noticia, no pudiendo resignarse a la operación. Al anochecer de la víspera del día en que debía ser operada, dirigió a Nuestra Señora de Coro-moto ardientes súplicas ante una pequeña Imagen colocada a la cabecera de su cama:
«Señora decia en su ingenua piedad, dadme la salud, la necesito, pues soy el único sostén de mi buena y amada madre; si me cortan la pierna, no podré trabajar; no, no es posible que Vos permitáis que se me ampute la pierna, confío en vuestra protección y de Vos sola, Virgen Santísima de Coromoto, espero mi salud y salvación.»
En las primeras horas de la madrugada despertóse súbitamente al sentir que alguien la tocaba la pierna dolorida, como pasando la mano encima de la parte llagada.
No sabiendo la causa de esta sensación, llamó a gritos a una muchachita que dormía en un cuarto vecino. Esta acudió al punto con una vela encendida. Nadie estaba en el cuarto y…, ¡oh prodigio…!, la enferma hallábase perfectamente sana. La curación había sido instantánea.
Indescriptible fue la emoción de la señorita X, quien desde hacía ya tiempo estaba imposibilitada en su lecho de dolor y con perspectiva de una próxima operación. Es de suponer cuán grande no ha de ser el agradecimiento de esta señorita para con su excelsa salvadora, Nuestra Señora de Coromoto.
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32.- El suscrito hace constar que en junio del presente año sufrió un grave quebranto en la salud, creyendo de absoluta necesidad someterse a una operación, y al efecto se trasladó a la capital, haciendo el viaje por vía aérea, y pasando en seguida al Hospital Vargas, donde permaneció ocho días…
La familia del enfermo rogaba a la Virgen de Coromoto de manera distinta a los ruegos del enfermo: éste pedía el buen resultado de la operación y nada más, en tanto que aquélla pedía con instancia que no fuese necesaria la operación, y a este fin encaminaba sus promesas y oraciones.
Es el caso que cuando los doctores Borjas y Betancourt hicieron el examen correspondiente, declararon no ser necesaria la tal operación, i pues estaba completamente bien… |
Gracias os da en nombre de la madre y de la hermana, y en el suyo propio, Virgen Santa, y muy agradecido cumplirá su ofrecimiento.
28 agosto de 1936.
El padre Pineda.
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DECLARACIÓN
33.- A consecuencia de una ampolleta se me enfermó un brazo; después de sufrir más de dos meses, empezó a formarse una pelota dura: consulté a un buen médico y éste me dijo que se me había formado un cangrio y que no me hiciera nada.
Como había oído decir que esto era incurable, me afligí mucho con el diagnóstico, pero en seguida pensé que podía sanarme por un milagro, porque para Dios nada hay que sea imposible, y como cuando El quiere que se propague una devoción concede por esa intercesión, puse por medianera, con gran fe, a Nuestra Señora de Coromoto, ofreciéndole mandar decir una Misa en su Santuario de Guanare y dar algo para su periódico. Varias veces rezaba al día un Ave María, haciendo la señal de la Cruz sobre la parte enferma, y le rogaba que me pusiera buena.
Aunque indigna, mis súplicas han sido oídas, pues poco tiempo después noté que iba desapareciendo lo que tenía en el brazo hasta quedar completamente bien.
Hago público este inmenso beneficio y llena de gratitud cum. plo mi promesa a tan milagrosa Virgen, rogándole me proteja siempre y encomendándole mis necesidades y las de mi familia.
La Vela, 5 de enero de 1937.
Emilia Sosa Molina.
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34.-La señora X, colombiana, casada con un venezolano, hace pocos meses llegó a Venezuela con su esposo.
Los muchos sufrimientos que acompañaron la muerte de su marido la afligieron hasta el extremo de hacerle perder el juicio.
En este estado y sin amparo, llegó cierto día a su casa una Señora trajeada con velo blanco y túnica ceñida con cordón, trayendo un remedio, y al entregarlo recomendó se le diera a la enferma, asegurando que sanaría. Tan luego como la enferma tomó el remedio curó instantáneamente, y seguidamente, rara coincidencia, llegó a su casa un cuadro de Nuestra Señora de Coromoto.
Se solicita la Señora portadora del prodigioso remedio, pero nadie la conoce, y en vano se procura indagar su paradero.
El traje que llavaba la Señora, su desaparición, el efecto prodigioso del remedio, la circunstancia de la llegada del cuadro de Nuestra Señora de Coromoto convencen a la recién curada que fue la misma Virgen Santísima quien la visitó.
Su devoción para con Ella es ahora inmensa y profunda y se ha hecho ferviente propagadora de su culto.
En acción de gracias estuvo en Guanare durante la Semana Santa, y ella misma nos contó el hecho que narramos, sometiéndolo al criterio de la Iglesia.
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35.- Caracas, 9 de octubre de 1938.
Amado Padre:
En una publicación de Caracas, de mayo de 1856, hay una correspondencia de Guanare, y al final, un trozo sobre la Virgen de Coromoto, que se lo envío para que usted lo publique, si le pa-rece. Firman la correspondencia unos vecinos, y dice así:
«No queremos concluir esta reseña sin recordar que todo lo que hemos referido ha tenido lugar en medio de la mayor salubridad de los habitantes de Guanare, a tiempo que otras poblaciones de Venezuela, aun a dos leguas de esta población, han sido devoradas por el espantoso cólera; privilegio que no pudimos menos que atribuir a la poderosa intercesión de la Madre de Dios, que aquí se venera como Patrona bajo el título de Nuestra Señora de Coromoto, que tan milagrosa ha sido en todo tiempo con sus devotos, y que, ahora mismo, sabemos ha libertado de la terrible epidemia a otros pueblos en donde se venera con el mismo título.»
Fray Andrés Mesanza.
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36.– (Carora.) En el mes de agosto del año próximo pasado (1938) se le declaró a mi hija María de Lourdes una afección en un pulmón que la llevó a un estado bastante delicado. En medio de mi angustia invoqué llena de fe a Nuestra Señora de Coro-moto, a la vez que la enferma se unía también a mis oraciones, suplicándole le concediera la salud. Al poco tiempo comenzó a dar señales de una notable mejoría, hasta que hoy se encuentra perfectamente bien.
Cumpliendo lo ofrecido, mando celebrar una Misa en su Santuario de Guanare, envío una limosna y hago público el milagro para propagar aún más su consoladora devoción.
Elena M. de Herrera.
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UN FAVOR INSIGNE
37.- En Caracas fue atacado con parálisis infantil el niño Antonio García, de trece meses de edad; su tía Delia Soto, residente en Coro, tan pronto como supo la alarmante noticia, hizo una fervorosa exclamación a la Virgen de Coromoto, pidiéndole por la salud del niño y haciéndole una promesa llena de fe y espe. ranza en Ella, que es «salud de los enfermos». Mandó la piadosa tía una estampita bendita de la Virgen para que fuese colocada a la cabecera del enfermito, quien a poco empezó a mejorar, siendo su primer esfuerzo el acto de hincarse en la cama y señalar su estampita, diciendo: «Ella, Ella…»
Los médicos quedaron sorprendidos de una tan rápida mejo-ría. El niño ya está fuera de todo peligro, y la gratitud de la buena tía es muy grande para con la prodigiosa Virgen de Co-romoto.
(De «La Estrella de Coromoto», 16 marzo 1941.)
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RELACIÓN
38.-Al anochecer del viernes, 7 de septiembre de 1934, los niños Caridad López, de 13 años de edad; Isabel Segunda Galeno, de 10; Adela Galeno, de 12; Samuel Galeno, de 11; José Aníbal Galeno, de 11; Luisa Zúñiga, de 16; José Santos Urriola, de 8, y Efraín Urriola, de 11, hallándose, unos a la esquina de la casa de doña Leonor de Abreu y otros en el portón de la misma casa. Estaban los niños esperando a doña Josefa Leonor, que debía acompañarlos a la iglesia donde iban a confesarse, pues cuatro de ellos:
Caridad López, Adela Galeno, José Santos Urriola y Efraín Urriola iban a recibir la Primera Comunión al siguiente día, festividad de Nuestra Señora de Coromoto, y aniversario de su portentosa aparición del sábado 8 de septiembre de 1652.
Luisa Zúñiga, rodeada de los niños Urriola, a quienes habia preparado con esmero a la Primera Comunión, esperaba en la puerta de la casa de doña Leonor, mientras el niño José Santos Urriola se entretenía jugando, metiendo los dedos en un hoyito de la pared de la casa. En la esquina, a unos diez a quince pasos, los hermanos Galeno y la niña Caridad López, sentados unos, parados otros, aguardaban la señal para irse a la Iglesia.
El cielo de Guanare aparecía aquella tarde con una claridad sorprendente; ni la menor nubecilla empañaba su inmensa bóveda donde las estrellas principiaban a centellear dulcemente.
Serían poco más o menos las 7 y media, cuando, de repente, la niña Caridad López, de pie, en la esquina, contempla hacia el Oeste, en los aires, la efigie de Nuestra Señora de Coromoto, en la misma forma de la estatua del monumento nacional de la placita, que se encuentra en la entrada Este de la ciudad.
Inmediatamente, Caridad avisa a Samuel Galeno, quien se halla sentado en el suelo dando la espalda a la primera. Al alboroto y alegres gritos de ambos, los cinco niños de la esquina, de pie, contemplan la hermosa visión:
-«La Virgen de la placita, la Virgen de la placita…! » – exclamaban al unísono los dichosos infantes.
José Aníbal Galeno quiere que su tía, Ana de Delgado, participe de su alegría, y grita:
-«¡Tía, tía, venga para que vea la Virgen de Coromoto…! »
Pero la tía, que vive en la casa vecina, cree que los gritos de los niños son juegos, y les contesta desde adentro:
-«No digas eso; son embustes. Es malo decir eso…»; y no salió de su habitación.
Entre tanto, Luisa Zúñiga, José Santos Urriola y Efraín, también contemplan a la Virgen en los aires. Luisa, llena de contento y fuera de sí bate las manos y salta de júbilo, y transportada de alegría dice:
-«¡Doña Leonor, venga a ver esto tan lindo, qué lindo… Corra, corra, que no va a ver esto tan lindo…! »
Todos en coro exclaman:
-¡La Virgen de la placita…, ay qué linda…, la Virgen de la placita..!
En efecto, la Virgen de Coromoto se destaca en el límpido cielo con el mismo traje y presentación que la estatua de la placita llevando al Niño Jesús con los bracitos abiertos; pero, en vez de tener el traje de color de bronce como el de la estatua, lo llevaba de blanco oscuro. Estaba la Virgen María de pie, sobre una especie de nube de color blanquecino, similando agua cristalina de una corriente; y era tan visible esta particularidad que el niño Santos
Urriola, de ocho años de edad, exclamó:
-«¡Ah, quién pudiera tomar de esta agua! »
La señora Josefa Leonor de Abreu oyó las repetidas llamadas de la Srta. Luisa Zúñiga, y en vez de acudir al punto, terminó sus preparativos y se vistió; al fin, pasados lo menos cinco minu-tos, salió también, no directamente a contemplar lo que gritaban
fuera a ver, sino más bien porque ya estaba lista para acompañar a los niños a la Iglesia. Pero puede juzgarse de su asombro cuando, al salir a la calle, contempla también la antedicha visión:
-«¡La Virgen de la placita! » – siguen exclamando los niños.
Ante tal inesperado espectáculo, doña Leonor reconoce a la
Virgen Santísima de Coromoto en su traje y presentación del monumento de la placita:
-«¡Virgen Santísima, protege a este pueblo!, ¡ampara a mis hijos! »
Tal fue la exclamación que doña Leonor en suplicante ademán
lanzó repetidas veces a la gloriosa visión.
De repente, la visión se mueve junto con la nube similando la corriente y se aparta lentamente dirección Noroeste.
-«¡Ay… se va, se va… se va…! » – gritaron todos los niños.
La Virgen se aleja, pero siempre se distingue claramente todos sus pormenores, al apartarse disminuye gradualmente de tamaño a la vista de los niños y de doña Leonor, al aumentar la distancia de su separación hasta desaparecer completamente.
En otra esquina, a una cuadra del punto donde estaban los niños, un negrito, de nombre y apellido Jesús García, de 7 años de edad, empleado en la casa de los Machado, vio también la aparición y llamó a una mujer del servicio de la casa, de apodo Potoca, gritándole:
-«Mira, mira, mira la Virgen de la placita.»
En esto, Mercedes, madrina del negrito, llama al niño, y éste, obediente, acude al llamamiento y no pudo ver el desenlace final.
NOTA. No hacemos comentario ni agregamos explicación alguna a esta relación, escrita en todo de acuerdo con las declaraciones de los niños, de Luisa Zúñiga y de doña Josefa Leonor de Abreu.
Además, hacemos constar que sometemos al juicio de la Santa Iglesia todas las narraciones y relaciones de milagros que integran el presente capítulo, por ser ella el único juez competente en esta materia.

VIERNES 7 DE SEPTIEMBRE DE 1934.- Foto de los niños, de Luisa Zúñiga y de doña Leonor de Abreu, nombrados en la relación núm. 38
39.- Una persona de mi familia tenía el vicio del licor y no oía consejos ni reprensiones. Llegó a mis oídos la fama de los milagros de la Santísima Virgen de Coromoto y como último recurso acudí a su protección, suplicándole nos remediara en esta necesidad. Ella que todo lo puede de su divino Hijo, no tardó en concederme lo que le pedía. El joven se corrigió completamente, consiguió honrosa colocación y se ha apartado de las malas compañías y ocasiones de pecar.
Caracas, 1942.
- F. M..
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40.- Conversión admirable. La Santísima Virgen de Coromoto quiere renovar la fe en nuestra amada Venezuela; no son, pues, de extrañar las manifestaciones extraordinarias de las gracias o milagros espirituales en favor de los pobres pecadores para obtenersu conversión.
No ha mucho nos refería el Rdo. Padre P., cura y vicario deS. F., el hecho siguiente:
Hace poco, un empleado importante del Gobierno de este Estado cayó gravemente enfermo, y como no tenía a nadie de su familia en la ciudad, el Señor Presidente del Estado, quien lo había traído y empleado, dispuso fuese trasladado y atendido en el hospital de la ciudad a cargo de las Hermanas.
Una de éstas, la enfermera, viendo la gravedad del paciente, le propuso una visita del sacerdote. Este le contestó enojado que no le hablara de sacerdote, ya que no practicaba la religión, pues en nada de esto creía, y que, por tanto, no quería oir hablar de ello.
Viendo la Hermana el estado grave en que se hallaba el enfermo, le daba tristeza el pensar se iba a morir sin arreglar su conciencia; pero viendo la oposición del enfermo a toda proposición religiosa, resolvió entregar el asunto en manos de Nuestra Señora de Coromoto.
Llegóse al paciente con un cuadro de Nuestra Señora de Coromoto y le preguntó si tenía inconveniente en que lo colocara en su cuarto, frente a su lecho, para que la Santísima Virgen lo protegiera. Contestó éste que podía colocar allí todo lo que quisiera, pues a él le importaba poco, pues en nada creía.
Cuál no sería la sorpresa de la Hermana cuando algún tiempo después, llamada por el enfermo, éste le dice en sustancia lo siguiente:
-«Hermana, llámeme al sacerdote, pues ahora sí quiero confesarme y arreglar mi conciencia, pues la Santísima Virgen de Coro-moto me ha manifestado que quiere salvarme y que soy un ingrato al despreciar su bondad.»
Con muestras de comprensión y fe profunda se confesó; recibió la Santa Comunión y Extrema Unción y habiéndosele llevado para ser operado en la capital, falleció poco después. El sacerdote que nos contaba los pormenores de esta conversión, consideraba este hecho como muy extraordinario y milagroso y veía como patente la intervención de Nuestra Señora de Coromoto en la inesperada conversión de este hombre, cuya eterna salvación ha sido un nuevo triunfo de Nuestra Señora de Coromoto.
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41.- La Señora O., de Maracay, había ido en verano de 1942, de Peregrinación a Guanare y a su regreso traía una imagen para una señorita amiga suya. Al verla, el joven F. la pidió con repetidas instancias. Negóse la señorita a entregársela porque conociendo al joven y sabiendo que no era creyente práctico, le manifestó que no se la daba por el poco respeto con que, a no dudarlo, trataría a la imagen, pero ante las vehementes y repetidas instancias del joven, se la dio. Este, atravesaba una situación terrible.
Su padre, honrado comerciante de la ciudad, había quebrado en su negocio mercantil y toda la familia se hallaba sumida en un estado digno de lástima.
El joven, puesto de hinojos ante la imagen exhaló su angustia en términos de amor y confianza:
-«Virgen Santísima de Coromoto, Vos que oís las súplicas de vuestros devotos, mirad benigna a mi pobre familia, auxiliadnos en los tristes momentos presentes. Haced, Señora, que mi papá salga de la penosa situación en que se encuentra.»
Con estos y otros términos semejantes clamó el joven F. a Nuestra Señora de Coromoto.
No se hizo esperar el favor de la Santísima Virgen, A los tres días un billete de lotería que comprara obtuvo más de cuarenta mil bolívares de premio. Con esto se remedió la familia y el padre pudo dar frente a todos los compromisos y obligaciones.
Este acontecimiento impresionó vivamente al joven F., quien, desde entonces, hizo firme propósito de cambiar de vida y de practicar fielmente los deberes de la santa religión, los cuales cumple ahora a perfecta cabalidad.
***
42.- La señorita Ana María del Ciervo nos hizo la siguiente relación:
Mi hermana, señora Mercedes del Ciervo de Troconois, con su esposo, señor Marco T. Troconois, estaban en Nueva York. Su hijo Carlos, de quince años de edad, fue preso de agudísimos dolores de cabeza. Forzoso fue llevarlo al «John Hopkins Hospital», de Baltimore, el 30 de enero de 1941, para que lo tratara un especialista en cirugía cerebral y de la columna vertebral, doctor Walter E. Dandy.
Al efectuarse la radiografía, uno de los médicos asistentes al doctor Dandy se acercó a los padres del joven y les anunció que el abceso cerebral de que padecía su hijo se había extendido a una gran parte de la masa encefálica, que había que extraer; en vista de lo cual se desvanecían las esperanzas del éxito, pues sólo había una probabilidad de acierto contra noventa y nueve.
Con tal anuncio, los padres del joven invocaron con fe al Sagrado Corazón de Jesús y de un modo especial a Nuestra Señora de Coromoto.
Extraído el tumor que ocupaba más de la cuarta parte de la masa encefálica, el doctor se extrañó a los dos días de que el joven no hubiese muerto, y con sinceridad manifestó a los padres del joven que de no morir éste, tenían que resignarse a que su hijo quedase sin juicio o fallo de algún sentido. Con fe, prosiguieron aquéllos clamando a Nuestra Señora de Coromoto. A los pocos días el joven recobraba el habla y estaba en completo estado de restablecimiento con el uso de todos sus sentidos y facultades.
Aseguraban los médicos que, humanamente hablando, no se explicaba el caso de tan extraña e inconcebible curación que a todos nos llenó de asombro y la señorita Ana María del Ciervo dice:
«Estamos seguros que a Nuestra Señora de Coromoto se debe este gran milagro.»
***
43.- Encontrábame en el templo implorando del Señor el beneficio de mi salud. Se acerca a mí una persona, me refiere los prodigios de la Santísima Virgen de Coromoto, me obsequia con una historia de la Virgen Aparecida, y entre los grandes milagros me dice había sido curada de una enfermedad terrible. Su palabra persuasiva me saturó de inmensa fe y llena de admiración me decía:
-«Esta misiva es enviada por la Santa Madre de Dios, pues mi enfermedad era la misma de la que ella me decía se había curado milagrosamente.»
Desde este instante, como un bálsamo de esperanza se derramó en mi atribulado corazón, y no cesaba de suplicar a la Santísima Virgen de Coromoto me concedirea la salud; y ¡Oh prodigio!, mi súplica fue atendida. Estoy curada también milagrosamente. Cumplo el ofrecimiento de publicar esta gracia y de ir a visitarla en su Santuario de Guanare.
Caracas, 1942.
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44.- Figúrese, mi Padre, en este milagro que me concedió Nuestra Señora de Coromoto.
Encontrándome con una oscuridad en la vista y habiéndome sacrificado durante tres años. Encontrándome un día trabajando, más o menos a las doce, quedé repentinamente sin vista. Entonces clamé de todo corazón a la Virgen de Coromoto que me devolviera la vista, aunque fuera de limosna, que yo en agradecimiento mandaría celebrar una Misa. Es el caso que sentí mejoría y poco a poco me volvió la vista que había perdido y hoy estoy agradecida a la Virgen de Coromoto y doy gracias a Dios y ruego cada día aumente la fe en Dios y en la Virgen de Coromoto, la cual tengo dueña de mi casa.
Estando mi madre gravemente enferma resolví llevarla a Trujillo para que la operaran. De paso por Guanare la llevé al Templo y exigí al Padre le pusiera la custodia donde está la Santísima Virgen de Coromoto, ofreciéndole una promesa como le concediera la salud a mi madre. Llegó grave a Cuicas donde vive. En seguida la pasé al Hospital José Gregorio Hernández, donde fue operada, cuál no sería mi pena cuando el doctor Anzola me dijo:
-«Su mamá lo que tiene es un cáncer sumamente avanzado.»
Y al hablar con una de las enfermeras graduadas me dice:
-«De esto no se cura; ni la Virgen Santísima la cura.»
Esta palabra me cayó tan mal, que con el corazón invoqué de nuevo a la Virgen María y le recordé mi petición. Y sin más, mi madre está hoy completamente alentada y esto hace ya más de dos años.
Hoy vengo llena de reconocimiento a ofrecer mi promesa a la Virgen y le pido me siga socorriendo.
Su fiel devota.
Julia de Rivero
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Hago público este milagro de la Virgen de Coromoto:
Encontrándose mi esposo con un tumor en el estómago, era inevitable la operación, y tanto los médicos como yo temíamos por su vida.
Teniéndole él horror a la operación, y en esta gran tribulación en que nos encontrábamos, invocamos llenos de fe a esta buena Madre, implorándole le salvara la vida en la operación y le de. volviera la salud. De ser así, venir nosotros al Santuario de Gua. nare, mandarle cantar dos Misas, comulgar, colocarle un hombre. cito de oro, empezarle una novena y hacernos sus eternos esclavos y publicar el milagro, que hoy llenos de confianza y gratitud la hacemos, pues a Ella debe mi esposo su vida y salud.
Guanare, 4 de agosto de 1949.
Palmira de Román.
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45.– La señorita Mariana de los Ríos cayó gravemente enferma con un tumor maligno en el estómago, señalado por la Radiografía.
Completamente desahuciada por los médicos, en especial por el doctor Lacvit, quien la asistió con solícito esmero, declararon éstos a los familiares que los días de Mariana estaban contados.
Tuvimos ocasión de verla en este estado, su vista nos inspiró compasión y se nos aseguró que no tenía vida tal vez ni para quince días.
Es el caso que la señorita Mariana no se desanimó ni perdió la confianza en la Virgen Santísima de Coromoto, a la cual confiaba su curación. Sin saber cómo, reaccionó inesperadamente, y cuál no fue mi sorpresa cuando un día se nos dijo:
-«Mariana está ahora bien; come y ya no siente dolor alguno.
Es un milagro de Nuestra Señora de Coromoto.»
Francamente no podía ser de otro modo, pues el cáncer en el estómago, cuando y como en el caso de la señorita Mariana, se hallaba muy desarrollado, es totalmente incurable.
La señorita Mariana sigue completamente bien, con buen semblante y apetito, después de varios meses de su curación ha ido ya a Guanare para dar gracias a la Santisima Virgen por tan señalado favor.
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46.- A una distinguida dama de nuestra alta sociedad se le presentó un tumor a todas luces de carácter maligno. El mal agravaba día tras día y la situación era tanto más angustiosa cuanto que varios miembros de la citada familia habían sucumbido víctimas del tremendo mal. Mujer profundamente cristiana y fervien-tísima devota de Nuestra Señora de Coromoto, acudió con filial confianza a la misericordiosa Madre y al efecto se puso una medaIlita suya sobre el tumor que cada día le molestaba más.
Al poco tiempo, sin remedio alguno, aquél desapareció por completo ante la natural profunda emoción de todos que daban fe a sus ojos y sólo tenían en sus labios esta expresión: « ¡milagro! ».
Un cirujano y un radiólogo, eminentes facultativos caraqueños, pudieron constatar, tras minucioso examen, y no sin grande admiración, que el terrible mal había desaparecido, sin dejar síntoma alguno. Uno de ellos, desconcertado, dijo a la susodicha dama:
«Bien puede afirmar usted que éste es un milagro…»
El hecho es rigurosamente cierto, y, aunque la familia favorecida nos ha autorizado para publicar su nombre, dejamos de hacerlo para mejor ocasión.
Para quienes sabemos que para Dios no hay imposibles y que la intercesión de la Augusta Madre de Cristo es omnipotente decir de San Bernardo, prodigios como el narrado no son sino efecto de aquella fe de la que dijo el Señor que era capaz de transportar montañas; y de la infalible eficacia de la oración bien hecha, que nos hace todopoderosos según promesa del mismo Cristo.
Si Dios existe, como es un hecho, y si el mundo y las leyes que lo rigen son obras de Dios, claro es que en sus manos está el entrometerse en esas leyes naturales, variándolas o abrogándolas conforme a los juicios de su infinita sabiduría, y el Sagrado Evangelio nos dice cómo Cristo realizó el primer milagro de su vida pública, gracias a una insinuación de su Madre.
Conforme a los juicios adorables de su sabiduría, el Señor derogará las leyes naturales, es decir, realizará un milagro, sólo en Casos raros. Curaciones instantáneas de enfermedades crónicas o incurables; la resurrección de Lázaro; la multiplicación de cinco panes, son hechos que, precisamente porque suceden raras veces, sirven para levantar nuestros pensamientos al Creador y van siempre encaminados al perfeccionamiento sobrenatural del género hu mano, afianzándonos poderosamente en nuestra fe y contrarrestando las corrientes de indiferencia e impiedad que hoy lo invaden todo.
Sirva, pues, el hecho antes narrado de cuya veracidad somos testigos, para despertar, en quienes estas líneas lean, la más profunda confianza en la Excelsa Patrona de Venezuela, la Virgen Santísima de Coromoto, que tan dulce y maternalmente se está dejando sentir en toda la extensión de nuestra Patria!
Monseñor TENREIRO.
Director de la Junta Nacional Pro – Coromoto.
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47.- Nos comunica la estimable señora doña Ismelda Añez de Aldana, un valioso milagro que la Virgen de Coromoto acaba de hacer al recobrarle inesperadamente la salud a su querido padre don Esteban Añez, quien venía siendo víctima de seria enfermedad.
Su familia invocó con viva fe el nombre de la milagrosa Vir. gen ofreciéndole una promesa con tal que le devolviera la salud a don Esteban, cosa que se vio palpablemente a los pocos días, por lo cual la estimable familia trujillana ha estimado el caso como obra de un milagro.
Valera, 23 de mayo de 1949.
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48.- Recibimos la siguiente comunicación, a la cual nos es grato dar publicidad:
El día 30 de julio tuve una fuerte caída por la cual me partí el cuello del fémur. Inmediatamente fui llevada al Salón de Traumatología del Hospital Vargas, donde fue confirmada la fractura por varias radiografías tomadas por la señorita Feruni, entonces primera enfermera de allí.
Desde este momento me aferré a la Virgen de Coromoto, para que no fuera necesaria la operación que me aseguraron era indispensable.
Júzguese de mi asombro y sobre todo de quienes me trataban, cuando, hechos ya los análisis para la operación, me resistí a ella y sali caminando sin dificultad, a la vista de todo el mundo.
Yo decía al público para atestiguar lo acontecido
«Quien tenga fe, avivela quien no la tenga, no se mote: pero esto es un milagro de la Virgen Santísima de Coromotos
«Habiéndome resistido a ser operada me dieron de alta el 8 de agosto de 1949. El doctor del Hospital me dijo que tenía que vol. ver dentro de dos meses, sin asegurar el éxito, pues se iba à perder tiempo.
Cumplí la exigencia y las radiografías que entonces sacaron evidenciaron que mi pierna estaba perfectamente sana.
Hasta el presente estoy perfectamente bien, dando infinitas gracias a la Virgen Santísima por el milagro de mi curación repen-tina, y agradecida, hice la peregrinación a Guanare dejando allá constancia de este milagro de la Santísima Virgen de Coromoto.
De «Mensajero Coromotano», número 5.
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49.- Valencia, 20 de julio de 1949.
Rdo. Hno. Nectario María.
Caracas.
Muy estimado Hno. Nectario:
El señor Gabino Morales, de esta ciudad de Valencia, me ha rogado muy encarecidamente se publicara el milagro que, según él ha obrado en su persona la Santísima Virgen de Coromoto, devolviéndole la vista, que tenía perdida por completo. Por mi parte, siento gran satisfacción en servir de instrumento para la publicación de dicho milagro, agradeciendo a usted lo haga público en su Revista «Mensajero Coromotano», y quedando siempre a sus ór-
Su afm. s. s.
Párroco de Santa Rosa de Lima.
Pbro. José Marín, C. M.
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50.- Grande es mi gratitud hacia nuestra buena Madre, María Santísima de Coromoto, por un beneficio recibido en mi salud.
Tenia nueve años de estar padeciendo de varices reventadas y todas las medicinas habían sido inútiles.
Confiada en la bondadosa protección de la Santísima Virgen, fui a Guanare a hacer mi petición y poco después de mi regreso, sin saber cómo, me curé completamente y por este motivo mani. fiesto mi agradecimiento para con la Santisima Virgen, por este singular beneficio recibido de su liberalidad.
Lourdes de Santana.
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Portentosa intervención de Nuestra Señora de Coromoto para la eterna salvación de una anciana y de un sacerdote extraviado.
51.– Conocimos mucho al Padre Alvarez, carácter voluble e inconstante, fue infiel a su vocación y después de ahorcar los hábitos, como se dice comúnmente, se dio al oficio de chófer, y durante mucho tiempo manejó un camión entre Barquisimeto y Puerto Cabello.
En cierta ocasión le sorprendió la noche en el camino de la costa, entre San Felipe y Taborda e inesperadamente se le accidentó el carro en todo el medio del camino, en un sitio estrecho, quedando imposibilitado el paso para otro vehículo. A poco fueron llegando otros carros, viéndose todos en la imperiosa necesidad de esperar el arreglo del carro de Alvarez, para poder seguir su camino.
Todos los conductores ayudaban a buscar la falla del carro accidentado.
Estando en este trabajo, se presenta una joven y, dirigiéndose al grupo de chóferes, dice:
– «Mi abuelita está enferma de gravedad aquí en nuestra casa, sobre este cerro, y me mandó decir al Padre que está aquí accidentado que venga a confesarla.»
Los choferes contestaron a la muchacha diciendo que su abuela estaba equivocada, pues, entre ellos, no había ningún Padre, ya que todos ignoraban que Alvarez fuese Sacerdote.
Alvarez intrigado por esta inesperada solicitud, después de varias preguntas a la enviada, la cual por tres veces confirmo de recado de la abuela, dijo a sus compañeros:
-«Señores, debo manifestarles a ustedes que soy sacerdote..
A esta afirmación quedaron todos sorprendidos.
-«sí, señores – agregó-, soy sacerdote; pero como no me gustaba ejercer las funciones sacerdotales, dejé los hábitos y me dediqué al trabajo de chófer; pero les advierto que en este Caso, tratándose de una señora que, según afirma esta muchacha, se está muriendo, no solamente puedo, sino que debo ir a auxiliarla.
Esperen un rato hasta que vuelva.»
*Pasó el Padre a la choza de la enferma que distaba solamente unos 100 metros del lugar y después que la hubo confesado, le dirigió esta pregunta:
„Señora, tenga la bondad de decirme ¿cómo supo usted que en la carretera estaba un Padre accidentado, máxime cuando no visto traje talar?»
-«La Virgen de la estampa que está aquí – contestó la moribunda- me dijo que mandara a buscar el Padre que estaba accidentado en la carretera, que vendría a confesarme.»
Atónito, Álvarez miró la estampa, y cuál no fue su sorpresa al ver que era un cuadro de Nuestra Señora de Coromoto.
Más que confundido y pensativo, conmovido hasta lo más profundo de su ser por esta relación, regresó a la carretera donde sus compañeros se hallaban aún buscando la falla de su camión sin haberla descubierto. Los refirió el relato de la señora y en unos segundos remedió la falla y prosiguió el viaje; pero a los pocos días se deshizo del camión, arregló sus asuntos personales Y pasó a la Diócesis de Valencia con el firme propósito de rehabilitarse y de hacer penitencia de sus desvaríos.
Habiendo vuelto a vestir el hábito talar y practicado ejercicios de devoción, al mes de haberse rehabilitado, murió en la práctica de la virtud y en los sentimientos del más sincero arrepentimiento de sus extravíos y pecados.
Certificamos ser rigurosamente verídico el hecho anterior y hacemos también constar que fue de manos de este sacerdote que recibimos en 1919 una copia manuscrista del sumario de la Aparición de Nuestra Señora de Coromoto del Dr. Don Carlos de Herrera, siendo la primera documentación de Nuestra Señora de Coromoto que llegaba a nuestras manos.